Think about a time you needed significant help. Maybe you wanted to change careers, or you moved to a new community and didn’t know anyone there. Can you remember how that felt, or do you remember what you did that made a difference?
This week, as I’ve been thinking about all of the times in my life I needed help, I’ve thought about the two grants to the Province of Korea. Both projects are addressing significant needs of people who, with the help of the church, can overcome the isolation resulting from the challenges they face. In Daejeon, St. Mark’s Episcopal Church is creating a welcoming space for individuals who have defected from North Korea and need significant help integrating into their new life in South Korea. In Busan, the diocese has started a coffee shop to create jobs and provide job training programs for young adults with developmental differences. Reading the applications and the initial reports from these sites made me realize that grant applicants often focus on immediate needs, but once their project year begins, they notice far more. The two sites in Korea have only begun their projects, but they are already seeing their efforts to “welcome the stranger†are changing the lives of both the proverbial guests and hosts.
What started as a request for a kitchen has become a community that overcomes isolation and welcomes 110 known defectors living in the community where St. Mark’s is located. For me, remembering times when I was new in a community, where the differences between myself and my neighbors were much less significant than those coming together at St. Mark’s, I am profoundly grateful for the commitment of this congregation to form a unified community with the strangers among them. Welcoming refugees, defectors, migrants, or new community members takes intentional work and commitment, and this community is realizing that it is changing all of them in profound and grace-filled ways.
“Thanks to the grant, we are transforming the space inside St. Mark’s Episcopal Church into a welcoming public kitchen. Among the beneficiaries, North Korean defector Jihye expressed her feelings that the space has become a haven for her. She is alleviating her sense of isolation by forming meaningful relationships through cooking classes and communal meals. For volunteers like Hakchul, the project provides a sense of accomplishment and purpose, knowing that their efforts directly contribute to the welfare of others in need.†Kyu Yong Sim
In the Diocese of Busan, a coffee shop is bringing together people who might otherwise not notice each other to provide meaningful work and job training for young adults with developmental differences. Café Inclusion is one of the smaller financial awards in 2024, but the impact has been no less significant. Volunteers are not only thanked for their gifts, but they often offer their own gratitude for the chance to be a part of such a transformative place. This is a reminder that when we share our gifts, we are often repaid in ways we never expected.
“When we lose our way on the path of gratitude, we reconnect through reflection and community engagement. We pause to reflect on the small blessings in our daily activities and refocus our efforts on our mission. Additionally, sharing stories and experiences within our community often reignites a sense of gratitude and purpose, reminding us of the positive impact we are making.†Jeremiah Kyunho-Ahn
We can learn so much from our Anglican siblings in South Korea as they are transformed by welcome and gratitude through their projects. When we work to overcome isolation, or help welcome the strangers among us, our community grows stronger, and our lives are transformed.
La gratitud como ciclo de conexión
Piensa en un momento en el que necesitaste ayuda significativa. Tal vez querÃas cambiar de carrera o te mudaste a una nueva comunidad y no conocÃas a nadie allÃ. ¿Puedes recordar cómo te sentiste o recuerdas qué hiciste que marcó la diferencia?
Esta semana, mientras pensaba en todos los momentos de mi vida en los que necesité ayuda, pensé en las dos subvenciones para la Provincia de Corea. Ambos proyectos abordan necesidades importantes de personas que, con la ayuda de la iglesia, pueden superar el aislamiento resultante de los desafÃos que enfrentan. En Daejeon, la Iglesia Episcopal de San Marcos está creando un espacio acogedor para personas que han desertado de Corea del Norte y necesitan ayuda significativa para integrarse a su nueva vida en Corea del Sur. En Busan, la diócesis ha abierto una cafeterÃa para crear empleos y ofrecer programas de capacitación laboral para adultos jóvenes con diferencias de desarrollo. Al leer las solicitudes y los informes iniciales de estos sitios, me di cuenta de que los solicitantes de subvenciones a menudo se centran en las necesidades inmediatas, pero una vez que comienza el año del proyecto se notan mucho más. Los dos sitios en Corea apenas han comenzado sus proyectos, pero ya están viendo que sus esfuerzos por “dar la bienvenida al extranjero†están cambiando las vidas tanto de los invitados como de los anfitriones.
Lo que comenzó como una solicitud de una cocina se ha convertido en una comunidad que supera el aislamiento y da la bienvenida a 110desertores conocidos que viven en la comunidad donde se encuentra St. Mark’s. Para mÃ, al recordar momentos en los que era nuevo en una comunidad, donde las diferencias entre mis vecinos y yo eran mucho menos significativas que las que se reunÃan enSaint Mark, estoy profundamente agradecido por el compromiso de esta congregación de formar una comunidad unificada con los extraños entre ellos. Dar la bienvenida a refugiados, desertores, migrantes o nuevos miembros de la comunidad requiere trabajo y compromiso intencionales, y esta comunidad se está dando cuenta de que los están cambiando a todos de manera profunda y llena de gracia.
“Gracias a la subvención, estamos transformando el espacio dentro de la Iglesia Episcopal de Saint Mark con una acogedora cocina pública. Entre los beneficiarios, la desertora norcoreana Jihye expresó su sensación de que el espacio se ha convertido en un refugio para ella. Ella está aliviando su sensación de aislamiento formando relaciones significativas a través de clases de cocina y comidas comunitarias. Para voluntarios como Hakchul, el proyecto proporciona una sensación de logro y propósito, sabiendo que sus esfuerzos contribuyen directamente al bienestar de otros necesitadosâ€. Kyo Yong Sim
En la Diócesis de Busan, la cafeterÃare úne a personas que de otro modo no se notarÃan entre sà para brindar trabajo y capacitación laboral significativos a adultos jóvenes con diferencias de desarrollo. Café Inclusión es uno de los premios económicos más pequeños de 2024, pero el impacto no ha sido menos significativo. A los voluntarios no sólo se les agradece sus regalos, sino que a menudo ofrecen su propia gratitud por la oportunidad de ser parte de un lugar tan transformador. Este es un recordatorio de que cuando compartimos nuestros dones, a menudo recibimos recompensas que nunca esperábamos.
“Cuando perdemos el camino de la gratitud, nos reconectamos a través de la reflexión y la participación comunitaria. Hacemos una pausa para reflexionar sobre las pequeñas bendiciones en nuestras actividades diarias y reenfocar nuestros esfuerzos en nuestra misión. Además, compartir historias y experiencias dentro de nuestra comunidad a menudo reaviva un sentido de gratitud y propósito, recordándonos el impacto positivo que estamos generandoâ€. Jeremiah Kyunho -Ahn
Podemos aprender mucho de nuestros hermanos anglicanos en Corea del Sur a medida que la bienvenida y la gratitud los transforman a través de sus proyectos. Cuando trabajamos para superar el aislamiento o ayudamos a dar la bienvenida a los extranjeros entre nosotros, nuestra comunidad se fortalece y nuestras vidas se transforman

